
Para que el verbo diga lo sentido
sólo debemos retemplar el alma;
dejar que el labio suelte la franqueza
en los momentos cruentos o de calma.
La más pura y real literatura
es la que enseña el propio corazón;
el sentir es belleza y la belleza
es el ritmo esencial de la emoción.
Si el dolor te comprime, abre el pecho
y a la pluma confía tu ansiedad;
si la gloria te colma de entusiasmo
canta el himno de tu felicidad.
Para hacer de la idea una palabra
no hay más arte que hablar lo que se siente;
deja al alma expresar sus sensaciones
y el escrito será fiel y elocuente.
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